Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 3 de febrero de 2018

Porque soy mexicano

Apuesto que también te tocó verlo. Hace unos días, en la sala de prensa de los Golden Globes, una periodista de una agencia noticiosa china cuestionó a Guillermo del Toro:

— Tiene usted la habilidad de ver el lado oscuro de la naturaleza humana; la fantasía y el terror. Pero también es usted una persona alegre y amorosa. ¿Cómo encuentra este balance?

El cineasta respondió de inmediato: I’m mexican… Los subtítulos no arrojaron una traducción literal, sino que agregaron una palabra para dar cuenta de lo que la gesticulación de Del Toro connotaba: Porque soy mexicano. Y, bueno, luego de eso —risas entre los presentes—, el tapatío elaboró una rauda explicación con fuertes reminiscencias pacianas (El laberinto de la soledad) y pixarianas (Coco):

— Nadie ama la vida más que nosotros (los mexicanos) porque estamos conscientes de la muerte. Así que apreciamos la vida estando a un lado del único lugar al que vamos a ir a parar todos. Digamos que cada uno de nosotros en este planeta abordamos un tren cuyo destino final es la muerte… Así que vamos a vivir; vamos a tener belleza, amor y libertad.

Un par de días después, un screenshot se viralizó en Twitter —supongo que también en el imperio del mal del Facebook—: el fotograma de Guillermo del Toro contestando Porque soy mexicano… La gente le adosó a esta imagen cualquier cantidad de enunciados, contundentemente insulsos casi todos: De cualquier cosa me quiero aliviar con tequila / Porque soy mexicano; Le echo salsa valentina a todo / Porque soy mexicano; ¿Por qué te tratas la presión sanguinea tomándote cocacolas? / Porque soy mexicano… Prácticamente ninguno se escapaba de la generalización desfondada y sosa, de modo que más que memes se quedaban en fraseos memos: ¿Por qué me estaciono en doble fila? / Porque soy mexicano; ¿Por qué aunque estés bien enchilado le sigues poniendo picante a los frijoles? / Porque soy mexicano; Hago san lunes… / Porque soy mexicano…  Llegué a ver algunos que, por sí mismos, bien justificarían recomendar a sus creadores una visita al psiquiatra —Oye, ¿y por qué le rompes toditita la madre a tu mejor amigo contra su propio pastel de cumpleaños? / Porque soy mexicano; ¿Por qué te da miedo cuando ves una chancla? / Porque soy mexicano— y otros de plano criptográficos: ¿Por qué tomaste la carabina sin permiso de Ambrosio? / Porque soy mexicano… Sin embargo, en su gran gran mayoría, aquellos tweets no expresaban más que el consabido malinchismo que padecemos: ¿Por qué eres bien huevón? / Porque soy mexicano? / ¿Por qué dejas todo para el último? / Porque soy mexicano / ¿Por qué sigues atascándote de tacos si ya estás muy gordo? / Porque soy mexicano… Algunos mostraban un ensimismamiento que llegaba al ridículo —¿Por qué tienes el cereal arriba del refrigerador? / Porque soy mexicano…, como si fuera una costumbre que nada más se diera en nuestro país—… En otros era evidente una tremenda capacidad para disc-culparse por omisiones propias endosándoselas a una hipotética identidad nacional —No he terminado la tesis en cinco años / Porque soy mexicano; ¿Por qué me quedo dormido en la clase de inglés? / Porque soy mexicano—; en muchos, un agobiante desconocimiento de la heterogeneidad nacional —¿Por qué fríes los tamales? / Porque soy mexicano—, y en general una triste falta de mundo —¿Por qué te paras como loco cuando el avión aterriza y apenas se está estacionando? / Porque soy mexicano—… Incluso, ya al final de la tendencia, no faltaron los ingeniosos que subieron el autorreferencial obligado: ¿Por qué haces memes babosos con la foto de Guillermo del Toro? / Porque soy mexicano.

El carácter del mexicano es una entelequia que muchos y desde hace cientos de años han tratado de abstraer y formular…, y empleo el vocablo entelequia en su segunda acepción, es decir, “cosa irreal, que no puede existir en la realidad” —y antes de que algún lector critique la redundancia (si es irreal obviamente no existe en la realidad), informo que la definición es de la RAE—. Uno de los primeros apuntes que conozco se lo debemos nada menos que al mismísimo inventor del ensayo moderno, Michel Eyquem de Montaigne (1553-1592), quien perfiló a los mexicanos como estoicos y trabajadores: “Es la lección primera que los mexicanos suministran a sus hijos cuando al salir del vientre de las madres van así saludándolos: ‘Hijo, viniste al mundo para pasar trabajos: resiste, sufre y calla’” —Ensayos, “De la experiencia”—. Cinco siglos más tarde, malhora, José Agustín (1946) travesea en su novela De perfil (1966) y hace que la Queta Johonson caracterice muy distinto a Mexicano: “... ¿conoces a mi perro? Es genial. Se llama Mexicano, porque es un perro mexicano, citadino y de la colonia Del Valle, ¿qué más puede pedir un can? Es flojísimo y toda la cosa, devora un kilo y medio de aguayón diario, se lo cocinan las miaus con ajo, cebollas y trozos de zanahoria. Toda la mañana se tira en el jardín a descansar la onda, las moscas le revolotean y Mexicano como si nada...”

Yo más bien creo que el mexicano no existe o existe solamente como “una quimera conceptual”, para usar las palabras de Alan Knight (1946). Por supuesto, el mexicano en tanto personaje existe: es una creencia generalizada entre muchos de los propios mexicanos; sin embargo, esta caricatura no funciona como concepto explicativo de la realidad…, ¡vamos, sirve poco incluso para hacer memes!

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