Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 31 de enero de 2015

El pensamiento mágico de la OCDE

Quizá usted lo recuerde porque el evento generó un importante revuelo mediático: hace unos días un ángel —etimológicamente, un anunciador, un heraldo, el portador de albricias— visitó nuestro ajetreado país para realizar la que es su chamba por antonomasia: traer buenas nuevas, divulgar el buen mensaje, en concreto, el evangelio según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). José Ángel Gurría (1950), no en su carácter de paisano —tampiqueño— ni de priísta —se afilió al tricolor en 1968—, al menos no a la descarada, sino arropado en su rol de secretario general del susodicho organismo internacional —en el que hoy se agrupan 34 países—, presentó el documento Estudios económicos de la OCDE. México. Enero 2015. Conforme a lo establecido en tales escrituras, en suma, el economista egresado de la UNAM vino a corroborar el decir del gobierno del presidente Peña Nieto: que sí, que no dudemos, que es verdad, que las llamadas reformas estructurales aprobadas son el remedio a los males nacionales. Por supuesto, el camino al paraíso del desarrollo y la riqueza tendrá que andarse, y el ángel nos hizo ver algunas condicionantes, pero de que vamos en la ruta correcta, ni dudarlo. Mexicanos y mexicanas, tengamos fe ciega en las reformas, sigamos su estrella… 

Dominado por un impulso que con toda razón muchos podrían etiquetar de masoquismo puro y duro, decidí buscar, descargar y leer de cabo a rabo el dichoso documento. Tomando en consideración que en este caso particular los principales destinatarios de la palabra de la OCDE somos precisamente nosotros, los mexicanos, opté por bajar la versión en español. Un sencillo análisis del texto —filológico, esto es, en tanto manifestación idiomática— me lleva a la siguiente conclusión: nos encontramos ante una depurada expresión del pensamiento mágico contemporáneo.

En sus principales conclusiones, el evangelio de la OCDE avala a los cuatro vientos: “México ha emprendido un audaz paquete de reformas estructurales con el que pone fin a tres décadas de lento crecimiento, baja productividad, informalidad generalizada en el mercado laboral y una elevada desigualdad en los ingresos”. En itálicas subrayo el verbo; está conjugado en presente: los treinta años de infortunio han terminado, por acto de magia. Establecida la buena nueva, luego, enseguida, los sabios de la OCDE matizan: “Dichas reformas ya empezaron a robustecer la confianza en el país…” Aunque no se especifica quiénes son los actores en los que ahora comienza a fortalecerse la confianza —uno puede intuir que quizá sean los otros miembros de la organización— sin tapujos, a las claras, se explicita un presagio: “…y auguran [las propias reformas] buenos resultados para 2015 y años posteriores”. El verbo que se elige es clave, augurar. En la Antigua Roma un augur no era otro que el sacerdote dedicado oficialmente a la adivinación, especialmente por medio de la técnica de interpretar el vuelo, el canto o la forma de alimentarse de determinadas aves. Y adivinar, claro, se encuentra en el mismo campo etimológico que divinidad. En el mundo antiguo, eran los dioses los únicos que podían conceder determinados dones a los mortales, entre ellos, el talento para la poesía y también las dotes premonitorias. Como hoy, no cualquiera podía ingresar a las instituciones autorizadas para predecir el futuro: en Roma, el colegio de los augures y de los harúspices, hoy, instancias “acreditadas” como la OCDE o el Fondo Monetario Internacional. El párrafo cierra con una condicionante, sólo una: “Si México desea aprovechar al máximo este impresionante paquete, deberá fortalecer su capacidad institucional y de gobernanza para asegurar que el mismo sea implementado de manera efectiva”. Es decir, sin ánimo de echar sal a la herida, conviene puntualizar que la OCDE atisba únicamente un manchón en el horizonte promisorio, y ése se encuentra no en el aparato productivo o en la población o en los recursos, sino en el gobierno de la nación. De hecho, líneas más abajo precisa el documento: “La percepción generalizada de corrupción, la gobernanza administrativa endeble y una insuficiente aplicación de las leyes constituyen problemas serios…” Sin embargo, no hay que perder las esperanzas, en lo absoluto, porque “si las reformas explotan todo su potencial, contribuirán a que los mexicanos tengan una vida mejor”. Ellas solas se encargaran de todo. Desde tal augurio, en la página 4 del documento aparece una gráfica en la que se muestra el comportamiento del PIB per cápita de México a lo largo de 60 años, de 1980 a 2040: del inicio del período hasta 2014 la línea se mueve con altibajos, presenta valles y crestas, y una pobre tendencia de crecimiento promedio de 0.6%; en cambio, a partir del último tramo de 2014, la línea marca una pendiente decidida hacia la felicidad, en un ángulo de unos 30 grados y ya sin quiebre alguno: las reformas explotarán todo su potencial, pues.

Se admite que “en la última década, México avanzó poco en su proceso de convergencia con los países de la OCDE de altos ingresos…”, no obstante ello no se debió a errores cometidos por los hombres o su gobierno, tampoco a omisiones, sino a “una serie de adversidades sustantivas [sic] que afectó la recuperación económica”, algo que “se acentuó con los problemas financieros del sector de la construcción en 2013 y con el embate de catástrofes de carácter climático”. Pero la datamancia —permítaseme aportar el neologismo— no deja lugar a dudas: “por fortuna, la situación ya empezó a cambiar y está en marcha una reactivación”. Claro, la fortuna…

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